Marruecos en el Armario

 Reportajes LGBT                                        


Son solo 14 kilómetros desde la Península Ibérica a Marruecos. Está solo a un paso de Ceuta y Melilla, y bastante cerca de Canarias. Sin embargo nuestro país vecino dista mucho de todos los logros que ha conseguido el colectivo LGTB en nuestro país.

Para muestra un botón. En una noticia publicada en el diario El País, nos muestran la vida de un escritor marroquí, Abdelá Taia, residente en Francia y abiertamente homosexual que nos cuenta la hipocresía y el sinsentido que se tiene en Marruecos hacia este colectivo.

Él nos dice que mucha gente de su alrededor era homosexual, incluso tenía amantes de su mismo sexo, pero sin embargo debían llevarlo con absoluta discreción. Muchos de ellos estaban oficialmente casados con mujeres por la presión social (ya que él nos relata solo el mundo gay), sin embargo estos ni siquiera eran bisexuales. Nos pone también el caso de un imán que abusaba de niños de su mismo sexo, cuando de cara a la galería criticaba la homosexualidad (¿no os recuerda a algunos miembros de la Iglesia en este país?). Otra tontería era la forma de juzgar socialmente a los homosexuales. Los activos eran considerados como “verdaderos hombres”, más o menos como a los heterosexuales. Sin embargo, los pasivos son considerados como hombres afeminados y débiles, y suelen ser maltratados física y verbalmente. Con esto, Abdelá se pregunta: yo que soy versátil, ¿cómo debería ser juzgado?

Lo peor es que el gobierno no actúa en contra de esto. Por mucho que se intentan crear asociaciones, estas no son aceptadas por el gobierno, y lo además las relaciones homosexuales se pueden castigar de 3 meses a 6 años de prisión y multas de 120 a 1200 dirham (de unos 12 a 120 €), aunque si se lleva realmente con discreción no se suele llegar a estos extremos. De todas formas, y llamativamente, Marruecos podría considerarse “permisivo” con el mundo LGTB si lo comparamos con otros países como Irán, Arabia Saudí o Mauritania, donde las penas incluyen latigazos, dilapidaciones, cadena perpetua o incluso la muerte. Es con ello, que siempre que hablamos de países que discriminan oficialmente la homosexualidad, siempre pensamos que nos queda de lejos, y sin embargo nuestro vecino del Sur sigue discriminando a este colectivo y es más, como hemos visto, en Mauritania (que está cerca de Canarias, y por ello cerca de nuestro país), se aplica la pena de muerte a un acto que dista mucho de hacer daño a otras personas (habría que ver si se castiga a esos imanes que abusan de niños y que como nos relata este escritor marroquí, a pesar de que todo el mundo lo conoce y sigue llevando a sus hijos con él). De todas formas, recordemos que en España no hace tanto tiempo estábamos igual que en Marruecos, donde se aplicaba la llamada ley de vagos y maleantes y donde la policía política oficial, denominada la político-social los perseguía con el fin de encerrarlos en prisión, recluirlos a parte y torturarlos. Si en España, donde todavía hay que reconocer que queda mucho que hacer, hemos conseguido implantar fuertes asociaciones LGTB, muchas personalidades que pertenecen a esta colectivo han conseguido la aceptación social (como Alejandro Amenábar), y se ha conseguido prácticamente la igualdad plena de derechos reconocidos por el Estado (a pesar del recurso de PP al matrimonio homosexual en el Tribunal Constitucional) en 30 años de lucha por nuestros derechos, ¿qué nos hace pensar que esto no llegará algún día a estos países?

Lo que queda por tanto, es luchar, luchar porque nuestros derechos sean reconocidos en todos los países, porque la sociedad entienda que amar y ser amado no puede de ninguna manera ser un delito, todo ello con un poco de esperanza, que es lo último que se pierde, y que nos da las fuerzas para no cesar en el intento. La igualdad plena en cuanto a la orientación sexual en todo el mundo es un derecho y de ninguna manera nos tenemos que resignar a pensar que es solo un sueño. Es una realidad que algún día tendrá que cumplirse para que esta gente no tenga que ocultarse, sufrir o tener que ponerse una careta por obligación. Si queréis leer el relato de Abdelá Taia, aquí os dejo el enlace: http://elpais.com/diario/2006/10/29/eps/1162103209_850215.html

A.P.

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