Él quiere ser ella



Él quiere ser ella

            Paseando por el parque puedes ver muchos niños jugando. Unos en el columpio, otros en el tobogán, unas niñas saltando a la comba, un largo etcétera. Despiertan en ti un sentimiento de nostalgia, pero todos te parecen iguales. Cuidadosamente vestidos y más o menos peinados. Aunque hay uno que parece distinto.

            Su nombre de nacimiento es Pedro y es el mayor de una familia de clase media. Sí, es un niño con una historia normal y corriente. Él no es un niño cualquiera. No te asustes; abre tu mente a su historia.

            Desde que tenía 3 años, se sentía raro. Era muy sensible y un tanto miedoso. No le gustaban los juegos tan movidos de los niños. Estaba solo hasta que se atrevió a cambiar. Empezó a jugar a las casitas con las niñas, a peinar muñecos e incluso a hacer pequeños experimentos capilares con sus compañeras. Nadie pareció darle mucha importancia.

            Ya, al avanzar más en su vida, se le notaba más. No le gustaba que le trataran de él y su ropa “le asfixiaba”. Su familia intentaba apoyarle aunque no entendieran bien esa situación. Un día, en un descuido, se puso un vestido y unas sandalias de su prima mayor. Por una vez se sentía bien ante el espejo. Tras esta primera prueba, salió así a la terraza, a pesar de que le quedaba todo un tanto grande, se pudo manejar. Su familia se quedó perpleja y a Pedro se le ocurrió decir: “¿Qué tal me queda? Me veo estupenda”. Al ver su expresión de felicidad, no pudieron regañarle.

            Pronto, comenzó a querer más ropa femenina y dejó crecer su pelo. También, intentaba “disimular” sus partes, así parecía más femenino. Hasta había conseguido cambiarse legalmente el nombre, se llama María. Pero eso no le importaba a nadie, cuando te la cruzabas, veías a otra niña más con su conjunto rosa y su larga melena al viento. En resumen, otra “cría” más.

            Conforme su crecimiento avanzaba, se iba dando cuenta de los cambios en sus amigas. El desarrollo de los pechos y la primera regla. Se sentía incompleta. Su familia volvió a pedir a la administración su tratamiento hormonal. Ese que había costado tantos disgustos, ese que fue denegado innumerables veces. Esa vez hubo suerte.

            Ahora, María es abogada a favor de los derechos LGTB. En sus ratos libres se dedica a impartir ponencias sobre su historia y apoyar a niños como ella. Niños nacidos en cuerpo equivocado. Siempre con un toque optimista y esperanzador. Ah, antes de que se me olvide, María está felizmente casada con un diseñador gráfico, esperan adoptar algún día.




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