Una pequeña ducha

Serian las diez de la mañana cuando me desperté, aunque ya llevaba metido en la cama varias horas, estaba completamente rendido, muerto de sueño.

Tras estar varios minutos despejándome entre las sabanas de mi cama, me fui al baño para darme una buena ducha y así espabilarme un poco.

Ya en el baño me mire en el espejo que había enfrente mía, en el veía aun chico joven de veinticinco años, alto, de piel morena, cabello castaño y completamente depilado, excepto mis partes intimas que siempre me habían gustado tenerlas con algo de vello, el pelo en las zonas intimas era algo que siempre me ponía cachondo. Me encontraba delante del espejo en calzoncillos, unos sencillos calzoncillos que marcaban el gran paquete que tenia, me gustaba lo que estaba viendo en el espejo.

Tras estar varios minutos contemplándome en el espejo, me quite el calzoncillo y me metí en la ducha. De la alcachofa de la ducha empezó a salir agua templada; mientras que el agua empezaba a mojarme todo el cuerpo, comencé a pasar mis manos por mis definidos pectorales y abdominales, luego baje hasta la entrepierna y comencé a sobarme mis partes intimas.

Observe como mi miembro poco a poco iba aumentando su tamaño, cada vez más y más. Yo lo comencé a agarrar y acariciar muy despacito, ahora dirigí la mano hacia mis testículos, los estaba acariciando con cuidado, prestándoles todo el placer y cariño que se merecen.

Me encontraba dándome un buen masaje que me estaba estimulando todas mis partes, era tanto el placer que estaba sintiendo que no pude evitar morderme el labio y dar pequeños gemidos. Era en este preciso momento cuando mi pene se encontraba en su mayor esplendor, duro y tieso.
 
Mientras el agua seguía saliendo de la alcachofa de la ducha,  comencé a masturbarme. Hacia ya bastante tiempo que no me pajeaba debido al estrés, trabajo… No tenia tiempo ni para mi mismo; pero hoy al no tener prisa ninguna, pensaba dedicarme todo el día a dar la atención que se merece mi  miembro.

Mi cuerpo respondía bien a todas las sensaciones olvidadas, a cada movimiento de muñeca, de mi garganta brotaban pequeños gemidos de placer. No podía parar, cada vez me la meneaba más deprisa. Mientras me pajeaba con la mano derecha, con la izquierda empecé a pellizcarme el pezón derecho, eso me volvía loco.

Cada vez comenzaba a gemir y respirar más fuerte, e incluso empecé a hiperventilar. A los pocos segundos de la punta de mi miembro brotaron varios chorros de semen, lamí una y otra vez los restos de semen que habían quedado en mi mano, sentía aun su calor y gusto en mi boca.


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